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204 LA BELLAEASO río, tan receloso al principio. Al cabo de dos ó tres horas de reflexión, el buen éxito le parecía seguro. Se había hecho de noche. Perico abrió con sua– vidad, para que no chirriase, la puerta de la habi– tación y se situó en el rellano de la escalera, á es– piar la probable venida de Tomasha. La conducción del cadáver se habría efectuado en las últimas ho– ras de la tarde, según anunciaron los periódicos· estaba de más ella en casa de Guzirako. ' Media hora después oyó que subía Tomasha la escalera. Sonó el timbre y se dejaron oir las excla– maciones de andre J oshepa, al abrir la puerta, se– guidas de un violento portazo. El desasosiego de Lajumera subió de punto. Allá abajo se estaban adoptando resoluciones importan– tes; su porvenir dependía de ·ellas. Y él, á quien tanto le iba, sin voz en el capítulo!Tomasha resolve– ría, la enigmática Tomasha, propicia á atenderle al– gunas veces, burlona las más. Dejó correr el tiempo que estimó razonable, y bajó. Le recibió andre J oshepa, alterado aún el ros– tro por la conversación, pero afable. -Aquella se ha metido en la cama; gaishoa, buen disgusto se ha tomao! Ni palabra tampoco se sabía aquella; quién le había de desir? Cuando pasao por las kales, algunos que la conosieron, algún modo de errisa hisían, y de las tiendas también se asoma– ban pa mirar..... Ahora comprendido todo; antes nada. Josus, Josus! muchas malas lenguas en Easo: pa cuando son las presillas? á toos meniirosos me– tería yo dentro. Mentiras, cuentos, invidias; ella es– taba enserrada, el viejo se fué á pegar la fuerta, y allí mismo, antes de abrir ella, se murió: enfermo que estaba, pensamos. La pobre mujer prosiguió largo rato lamentándo– se y abogando en pro del buen nombre de Toma– sha: ~ajumera no se atrevía á interrumpirla. Ella

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