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202 LA BELLAEASO el hombre de poca vergüenza; al contrario, soy el hombre de buena fe, el engañado si se quiere..... El tiempo corre, las cosas se olvidan, suceden nue– vas cochinerías que eclipsan á las antiguas, y el re– frán siempre es cierto: las murmuraciones pasan los dinerillos se quedan en casa..... A otra cavila~ ción; esta es más grave; me pongo en camino de presidio, voy á cometer el delito de bigamia.... pe– ro, quién me denuncia? Aquí todos suponen que soy soltero , y en Bilbao lo mismo, y en otras par– tes ídem; la verdad únicamente la conoce Macho ... yo ataré corto á ese Macho..... No se atreverá: es mi amigo, soy su jefe, su maestro..... una perrada á cara cubierta, tal vez sabría cometerla; mas siendo el único que está en autos, jugaría, de hecho, á cara descubierta..... No, no! me necesita, le protejo, es un correligionario leal; por precaución le vigilaré ... en último caso, rascarse el bolsillo y soltar guita!... Y Florentina? allá, en su asilo, no se ocupa de mí, sigue representando su papel de Magdalena arre– pentida, de desapegaa..... Ella conoce el paño y no destripa nuestro secreto á tres tirones. En cuanto dijera que tiene marido, las beaturronas se apresu– rarían á emparejarnos, á reanudar el santo víncu– lo..... todas las beatas son casamenteras y recasa– menteras; encolar y zurcir les da gusto..... ella me teme, sabe que soy capaz de cualquier cosa cuando se me sube San Telmo á la gavia, hasta de meter la navaja: huirá de ponerse en el caso de una reconci– liación..... Pero me detesta, y ahora, á mansalva se podría vengar. Llegará á oídos de ella mi casa– miento? No!..... no?..... no!..... no? Las beaturronas de aquí se lo escribirán á las de allá. Veo la escena; el padre capellán y las rabadanas se juntan en con– ciliábulo, y después de espumar todas las ollas pia– dosas, acuerdan comunicarle la noticia, por borrar definitivamente los recuerdos pecaminosos de anta-
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