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A. CAMPIÓN 21 manos á la cabeza, soltó la toca, sacudió el pañuelo y tornó á anudárselo, apretándolo mucho. En segui– da rompió á hab lar con excitación extraordinaria. -Para qué comprar el caserío? Qué vas ganan– do? Poseerás algo nuevo que ahora no poseas? Pa– gar el seguro de incendios, retejo, blanqueo, goteras, albañiles, carpinteros; gastos y más gastos. Contento te lo empujará el amo; buen vejestorio se quita de encima! Suprime nuestro sudor, suprime nuestros animales; qué valen estas paredes? A ti se te hin– chará la boca diciendo "mi casa,,, y cuatro aldeanos tontos te reputarán por mayor persona ... "El dueño de Lizardigaraicoechea,,, dirán en la sidrería ... Ja ja! te pones en la misma raya del conde. Si él es due– ño de veinte caseríos, tú de uno, y en paz. Mientras, yo, tus hijas, nos encallecemos los riñones dobladas sobre el río. Te aseguro que al amanecer de hoy bajaba bien fresco de las montañas nevadas . Media hora estuve estornudando, hasta que sacudiendo y frotando ropa entré en calor. Por poco rato; comen– zó el diluvio, y hasta ahora. Toca! la camisa pegada á la espalda por el sudor y la lluvia. ¡Si no fuése– mos de hierro!. .. Tú traba jas mucho; no hay mejor labrador de aquí á Goyerri; pero nosotrás ..... noso– tras! Ese dinero es ganancia de todos, salvo el que te dejaron los padres; pues gástese á gusto de todos. Mejor fuera que, desengañándote de una vez, nos fuésemos á la calle y abriésemos una tiendecita. Martín, hombre de genio calmoso, y de ordina ·rio, taciturno , era capaz de escuchar los más largos par– lamentos sin entreabrir los labios. Nadie podía jac– tarse tampoco de haberle convencido nunca. Una idea en su cerebro era un clavo en una viga. Las razones de J oshepa caían como la lluvia sobre las tejas, sin penetrar dentro . Mil accidentes molestan al caminante, pero no le impiden llegar al término del viaje. Ella leyó en la expresión del rostro que

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