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196 LA BELLAEASO ¡sin prórroga! La malditaJayápolis le pesaba sobre el pecho como una carga de leña! Llamaron á la puerta, y se presentó Perico La– jumera. Echábansele de menos su arrogancia y . aplomo. Saludó balbuceando,pero se rehizo presto. -Qué le ocurre á usted?- preguntó Martín, sin cuidarse de ocultar la contrariedad que le producla la visita. · -Tomaré asiento, eh? De aquí hemos de salir muy amigos ó..... Patrona! un poquillo de vino. Habiéndolo sobre la mesa, parece que á uno se le hace un feo..... -Tenemos mucho quehaser ..... Si no hay prisa, otra ves nos hablaremos..... -Quehacer? Ni un zahorí lo dijera..... están us– tedes mano sobre mano..... Tomó el vaso Lajumera, y mientras bebía el vino hizo ademanes para moderar la impaciencia de Martín. -Comprendo que ustedes tienen ganas de ver– me tomar el portante..... Acaso luego no les pese mi venida..... Perdió la serenidad y guardó silencio, buscando rodeos y circunloquios que no se le ocurrían. Co– mo suele suceder en esos casos, rompió por medio de la dificultad. -He venido á hablar con ustedes acerca de..... de..... de la Tomasa. AMartín y andre Joshe'pa les disgustó el entro– metimiento de Lajumera en los asuntos de familia de ellos. Vaya una libertad la que se tomaba! Dis– puestos á atajarle los pasos, se lo anunciaron entor– vando el ceño. -Saben ustedes que esa hija me tiene echada en agua la masa encefálica ..... y aun deben de sospe- char que la quiero..... y si no lo sospechan, sépanlo por mi propia boca..... La quiero, sí, con toda mi
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