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A. CAMPIÓN 195 -Y la taberna? -Que se la lleve el diablo! Le pegaremos fuego, si es preciso. Por los cacharro·s no he de perder un día. -Y Tomasha? -Con nosotros también. Mis proyectos eran di- ferentes, pero..... ¡al caserío! á labrar la tierra, á ponersenegra y basta, á que la olviden entre las breñas, á envejecer rodeada de argomas y hele– chos .....Se le caerán los dientes, le saldrán arrugas, vestirálas imágenes de la iglesia de Oyarzun, será la niñera de sus sobrinos, porque..... porque casar– secon un hombre cabal, ni por pienso! El enternecimiento que ahondaba por debajo de la saña, pugnando·por mantenerse oculto, se le su– bió á la garganta: -¡Pobre chica!-sollozó:-tan hermosa! La madre, conmovida también, lloró largo rato. Repasabalos sucesos adversos ocurridos y se car– gabasobre sí las culpas, á contar desde el falleci– mientode Shidoro, á quien ni siquiera se le guardó el respeto del luto, consintiendo que la nieta tomara parteen regocijospúblicos,ocasión de la irremedia– blecaída.EraDios quien vengabael agravio al pobre viejo?Sin duda. Martín podría agobiarla bajo el pe– so de sus cargos. Felizmente era hombre taciturno, contrario á lamentaciones baldías; pero temerosa de concitarloscon algunapalabra imprudente, guar– dabasilencio, llorando sin quejas. Puso la mesa y si,rvió la ·comida. Martín, rehe– cho en su estoicismo basko, comiócomo de ordina– rio: la andre, unas cucharadas de sopa, una corteza de pan y un sorbo de vino. Sin levantar los mante– les permanecieron emparedados en mudez, rehu– yendomirarse, hasta que Martín rompió el silencio para hablar de los preparativos que requería el cam– bio de morada, efectuabledentro de los cinco días,
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