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194 LA BELLAEASO biese. Cambió las botas por las alpargatas, se mudó de ·ropa y tomó asiento junto á la mesa, sin mante– les aún, como á la espera del servicio. La andre , cuyo genio vivo solía derramarse á la menor emoción, por fuera, recibía de la impertur– babilidad marital espoleos á la vehemencia. Ahora como en casos análogos, repitió las frases acostum~ bradas: -Por Dios! di algo. Tu calma me quema la san– gre. Los hombres son para las ocasiones difíciles. Yo no puedo discurrir; mis pensamientos forman ovillo, y no sé sino llorar..... Hablan de nuestra hija, de la Tomasha, me entiendes? no de la hija del vecino.....Josus, qué desgracia la de esa chica! Otras salieron de allí del brazo de un buen marido, y la nuestra, .para que la silben en la calle!Qué ha– remos? habla! La respuesta de Martín no la expresaron los la– bios, sino los ojos;J oshepa entendió la mirada de reproche: le daba en rostro la venta del caserío. -Acaso no es verdad el cuento,-dijo la andre. -Voy á llamará la Tomasha; que venga y sa- bremos..... Martín hizo gestos despreciativos. También á él se le ocurría la dificultadde remover el estado de la opinión. - No;-replicó severamente.-La obligaciónde ella está en la casa del muerto, mientras no le sa– quen. Después, sí, que venga en seguida; avísale por medio de Pachika. Pensó en Guzirako, y entre dientes balbuceó: -La hija! los dineros! Buen recuerdo me deja. La andre quería poner en claro los proyectos de Martín, y le dirigió varias preguntas. -Dentro de cinco días queda vacante el caserío. Hoy es lunes, verdad'? El sábado, sin remedio, nos marcharemos.....

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