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192 LA BELLAEASO - Se atreve usted á presentarse delante de mi? Usted tiene la culpa de lo que sucede; por usted metí á mi hija en casa de ese asqueroso viejo! De– masiado conocía usted sus mañas; no sé, no sé por· qué al principio de nuestro trato ocultaba usted el hecho de haber servido á Irigoyen. ¡Ahora andaría usted de alcahueta, como anda por la Guadalupe! D.ª Constancita no era de casta reñidora; á los altercados, choques de injurias, pedreas de insultos y competencias de gargantas, prefería un mordisco de víbora al dar un beso ó entreabrir una sonrisa. Esperó á que la andre irascible sangrase la vena repleta de su cólera, de su despecho, de su ver– güenza, y entonces, enjugándose las lágrimas que no .cesó de verter mientras andre Joshepa la cubría de improperios, dijo en castellano: -Desgrasias, señora; ay! las hijas de hoy en día! Guadalupechu de repente me hiso zart; siempre, siempre de buena conducta, antes! La Tomasha ha– se tiempo que se andaba mal, aquélla. Ya ha ido á casas malas, también. Pregunte usted en el número quinse, calle de la Mota, á la Ramona Zubikoa..... Si la cama se hubiese transformado súbitamente en una hoguera, ·no habría brincado de ella más lis– ta andre Joshepa. Se echó sobre D.ª Constancita, la agarró por los brazos, la sacudió como á un pe– lele, y metiéndole los ojos por los ojos, gritó: -Mi hija en casas de mal vivir! Oh, me vuelvo loca! Vamos allá, á preguntárselo á esa Ramona..... Si es mentira, la ahogo á usted con mis dedos, y si es verdad, á la Tomasha y á la Ramona..... D.° Constancita chillaba como ratón perseguido á escobazos. -No he dicho que va..... alguna ves, si ha ido ó no..... sin saber acaso..... En el pasillo sonaron las pisadas de Yaneta. An– dre Joshepa soltó á D.ª Constancita y procuró se-
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