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CAPÍTULO SÉPTIMO I Ol\/A Constancita madrugaba. Aunque ha– bía "mejorado de fortuna,, se resistió á tomar criada, testigo molesto de vista que rompe "una barbaridad de platos y co– pas,,. Preparaba los tazones de café con leche, daba un barrido por la habitación, hacíalas camas-todo ello á primera hora-y ape– nas Guadalupechu salía á abrir la tiendecita de mo– das, "Au petit pompom rouge,,. se iba ella á reco– rrer "las plasas,,, en busca de comestibles "buenos y baratos,, y de noticias frescas. Habitaban madre é hija un cuarto alegre y lindo, calle del General Latorre, sito en el barrio apodado Gudalajara, por ser la mayoría de sus moradores gente advenediza. Las inquilinas de los demás cuartos pertenecían también á la clase de las semisuegras. Atentas á disimularsus respectivos "líos,, domésticos, vivían muy sobre sí, rehuyendo relaciones de vecindad. D.ª Constancita echaba de menos el sabroso coma– dreo de la calle de San Ignacio, donde ningún in– quilinocerraba la puerta de su habitación á otro ni esquivabael intercambio de noticias. Resarcíase á
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