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A. CAMPIÓN 187 te sobre todo, excitaba la curiosidad. Los ojos ma– li~iosos, las preguntas reticentes, revelaban la co– múnsospecha. Eufrasia, la cocinera, se dió cuenta deello. Hizo transportar el cadáver á la cama, y dijoá cuantas personas la quisieron oír:- "El se– ñor,sin duda, se puso repentinamente enfermo; és– ta, la Tomasha, duerme como una piedra; enton– sesel pobresito se levantó y comensó á llamará la puerta:ahí se murió mientras le abría.,, Eufrasiacon estas palabras no deshizo la leyen– da, espontáneamentecreada por los circunstantes. Laversión que á la mañana siguiente acogieron los ·vecinosde Jayápolis, y en primer término los ami– gosde Irigoyen, fué otra más conforme á la repu– taciónde Guzirako y á los antecedentes de To– masha. f
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