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A. CAMPIÓN 183 -Extraño capricho!-pensó Guzirako mientras sedesnudaba.-Estas aldeanas salen siempre por aloúnregistro absurdo. Me obliga á cambiar de há– bitos,á hacer el cadete por esos pasos..... Sin duda le repugna ser ella quien me venga á buscar; ¡los. escrúpulosde Micifuz y Zapirón! Je, je, je! Por fin cayó ..... El que la sigue, la mata. Guzirako se desnudó lentamente. Colocó el reloj despertador de esfern luminosa sobre la mesilla, pa– ra seguir en él, sin sosiego, el curso del tiempo. ¡Cuestiónde un par de horas que la impaciencia estiraríaal tamaño de dos siglos! Convenía que las otras criadas se durmiesen, que los inquilinos más trasnochadores hubiesen regresado y reinase en la casael silencio del primer sueño. Los ruidos de la calle fueron apagándose; roda– ron los últimos ómnibus, los que sirven al sudex– preso; sonaron los relojes repetidas veces..... A la una, Guzirako se· levantó: al pasarse la manga de la bata por el brazo izquierdo sintió un vivo dolor irradiante. -Hum! el reuma me da unos mordiscos..... ¡qué oportuno! Metió los pies en las babuchas y se encaminó haciala puerta de escape, para tomar el pasillo. Al cruzar por delante del espejo se detuvo un mi– nuto á contemplar su figura semienvuelta en la bata larga: sus piernas desnudas, flacas, tenían un color de marfil: se encontró grotesco. Le asaltó el recuerdo de la canción del colegio francés:-"Mal– brous'en va t'en guerre-Mironton ton ton, miron– taine.....,,-Bah !- exclamó levantando los hom– bros, sin ahondar en los pensamientos melancóli– cos que le ocurrían. Por el pasillo llegó al cuarto de Tomasha: dió los tres golpes de señal. Crujió la cama dentro y sin– tió la presión de un cuerpo sobre la puerta, á la vez

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