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182 LA BELLAEASO hablaban la misma lengua con distintas palabras. Al fin le producían asco y á todos los mediría por el mismo rasero, sin exceptuar al viejo de casa. No sabía aún cual.. ... pero le prepa raba una burla! y después se iría, rebosante de orgullo por no haber caído donde cayeron otras. Guzirako buscaba alivio á sus sinsabores domés– ticos, en el tráfago de los negocios, proyectos y pla– nes. De día se consagraba á transformar la Easo de piedra, de noche á reducir á la de carne, más lista que una anguila para escurrírsele de entre las ma– nos. Sus amigos le observaban signos de extrao rdi– naria excitación: impaciencia, · versa.tilidad, rebatos de cólera, estremecimientos, temblores, un fulgor febril en los ojos, una palidez amarillenta en las me– jillas, de mal agüero .-" Desca nse usted, hombre!– le decían-se está usted matando. Deje que lleguen las cosas por sus pasos.,, Los que le trataban con mayor intimidad añadían otras recomendaciones alusivas á la "bella,,, ¡bálsamo y acicate á su amor propio! El arsenal de las antiguas armas, mortíferas otras veces, se había vaciado. Antes de renunciar al ines– perado imposible, Irigoyen intentó mover la "com– pasión,, de Tomasha : pidió con vehementes acen– tos la extrai'ía y ridícula limosna de amor . Toma– sha, pensativa, grave, no era ya la mujer de las pro– vocaciones y las repulsas. Al parecer de Guzirako en los ojos de ella lucía la impetrada compasión ..... los labios, casi imperceptiblemente, articularon una promesa, una cita, una señal.. ... Después se desdijo, pero á la mañana siguiente se comprometió irrevo- cablemente á recib irle en el cuarto. . Por la noche entró como de costumbre Toma– sha á descalzarle. - Tú vendrás aquí-dijo - es mucho mejor. Ella hizo signos negativos con la cabeza.
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