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A, CAMPIÓN 181 el cuello.Tomasha metió los dedos por entre las canas,peinándolas lentamente, y acercó el rostro á ellas.El corazón de Guzirako latía aprisa. -No es bastante blanca aún-dijo Tomasha vol– viendola espalda.-Renuncio á los pendientes. Guzirakono consiguió, á pesar de su insistencia, que los recogiese. V Las semanas corrían su curso, meciéndoseIrigo– yenen los vaivenes_dela esperanza y el desenga– ño. Su amor propio herido, su lasciviavibrante, pe– díaná la experiencia motivos de persistir; la expe– rienciarecordaba que cuantas mujeres jugaron co– moTomasha, con fuego, se quemaron. Lo impre– visto,la coyuntura cómplice, intervendrían á su hora. Un desenlace es el platillo de la balanza que desciende bajo la presión, amenudo impercep– tible,del destino. Ni remotamente sospechaba cuál era el estado de ánimo de Tomasha, para quien re– sistiral celo sexual masculino, de propósito hosti– gado,era á modo de revancha contra la artera em- boscadade Raimundo. · Una noche Guzirako la solicitaba con frenesí, pormediode halagos, promesas, ofertas y súplicas, revolcandoen el polvo su dignidad de amo y de viejo.La copia repugnante del erotismo aquel. á quien sin lucha se había rendido, le enseñaba á bo– rrar las diferencias accidentalesque entre ambos in– troducíala mente. Contemplaba la doble faz, tersa una, arrugada otra, de un solo egoísmo; la frase amargade Guadalupe, "todos los hombres son unos cochinos,todos buscan la misma cosa,,, reverdecía en su memoria. Sí, todos los que la habían hablado, exceptoLuis-pero una excepción no cuenta,-l e

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