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174 LA BELLA EASO gracias á lrigoyen , y otro de confianza para que "transportándose,, á las costas de Bretaña y Nor– mandía, á la costa Azul, á las "estaciones,, de Sui– za, á Ostende y playas del Norte, buscase compa– ñía arrendataria y concertase las bases del contrato. -"Si no ciudad invernal, por lo menos haremos de Jayápoli s ciudad europea de juego: lo que es bueno para Monaco también lo será para nosotros.,, Este argumento causó mucho efecto y á él se rindieron los socios más recalcitrantes de entre los indecisos. Visitas, juntas y cabildeos á diario y los almuer– zos dominicales eran otras tantas ocasiones de que Tomasha se exhibiese. Vestida de blanco irrepro– chable, fino delantal de peto y lindísima cofia fran– cesa, suspendía su belleza á los concurrentes. Más de uno, ya·la conociese ó no de la comparsa pa– triótica ó de la calle, entraba despacio por decirle chicoleos que ella oía sin señales de escucharlos, grave, seria, á fuer de doméstica correctamente amaestrada y servidora de amos respetables. Esta actitud la mantenía con rigor extremoso al servir la mesa los domingos, imponiendo respeto á las ma– nos más enredadoras y á las lenguas más deslen– guadas de los comensales. Aun de propósito no se hubieran ofrecido á Gu– zirako ocasiones mejores de mantener su antigua reputación.-"Siempre bellamente servido!,,-"Tie– ne usted una mano!....,,-" Cómo diablos se las com– pone usted para surtirse de semejantes primores?,, -" Esta vez toca usted una meta insuperable.,,– "iCaramba! Se hombrea usted con el Gran Turco y sus georgianas.,, Guzirako prefería estos cumpli– mientos á los que inspiraba su genio emprendedor. Viejo, quebrantada su salud, al procurarse el ser– vicio de Tomasha sólo perseguía lisonjas á la va– nidad. Su concupisct ncia circunscribíase á concitar murmuraciones, á retener para su fama notas in-.