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172 LA BELLAEASO zos de los domingos, con cuyo cebo reunía á hom– bres adinerados, presidentes de casinos y socieda– des de recreo, arquitectos, contratistas de obras, es– peculadores en solares de construcción, comercian– tes, industriales, propietarios de casas..... Cuando se derribaron las murallas, de aquel comedor salie– ron iniciativasfecundísimas. ¡Cuántos recelos, cuán– to apocamiento, cuántas ideas rancias no hubo que vencer entonces! La rutina se revestía de mil for– mas: ¡hasta el trazado de un bulevar enconaba á los vecinos en nuevos bandos de Oñaz y Gamboa! El asunto del "Comité,, navegaba con viento bo– nancible. "Las nuevas generaciones, progresivas é inteligentes,,, acogen lo nuevo y desusado sin em– pacho. Cambiando de táctica renunció al plan pri– mitivo de la reunión magna. Es imposible evitar que donde se juntan muchos hombres no galleen muchas opiniones y no se cuelen, entre las filasde los entusiastas, los descontentadizos y cavilosos.Pi– dió á cada una de las juntas directivas de los círcu– los un nombre, y negoció secretamente la coopera– ción de tales y cuales personas. Formó una lista "prestigiosa,,, la cual, distribuida en "cargos y sec– ciones,,, publicaron cierto día los periódicos, sor– prendiendo agradablemente á la ciudad con un he- ,cho consumado. Las fiestas, en el sistema de Guzi– rako, eran el motor de la maquinaria. Ellas "conso– lidarían la culta reputación de J ayápolis,,, difundién– dola por el extranjero, y captarían la clientela rum– bosa dispersa por otras costas, dando tiempo á las gestiones y expedienteo que la nueva urbanización requería, y que el aumento de las "colonias inver– nantes y veraneantes,, legitimaría. Empresas de esta índole fácilmente se malogran si los fuegos fatuos del entusiasmo impresionable no son substituidos por un foco calorígeno perma– nente. Para esto concibió una idea Guzirako, que

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