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A. CAMPIÓN 169 oüía á la fuerza simulada. La vanidad de Lajume– ~ap~decía. ¡Proponérsele C?mo. arcano una. aldea– na intonsa, hija de la casta mfenor, de los inertes moluscos pegados á las rocas del individualismo egoísta y s:n luces, á él, un intelectual del mundo proletario,en cuyo cerebro se desplegaban las ~ers– pectivas de la urbe futura! De hecho, en puridad, ellale traía y llevaba como á un perrillo con un tor– mode azúcar, ,siempre ofrecido y nunca puesto en– tre los dientes! La carne hermosa de Tomasha comenzábale á inspirar algo más que el apetito pasajero de la lu– juria. Ni tampoco los planes interesados que á pri– mera hora fijaron la atención de Perico sobre la muchacha, dictándole sus cautas insinuaciones de bodaá andre J oshepa, ocupaban el principal lugar. Antes le habría complacido la posesión material, pasiva,del cuerpo, lograda de cualquier modo, por violenciamoral ó física. Ahora su sueño era comu– nicar las propias llamaradas, obtener corresponden– cia. Sufría los embates del amor, caídos en el olvi– do desde sus relaciones con Florentina: amor vehe– mente, imperioso, sin ternura, amor de hombre del sur, amor hermano del crimen, capaz de matar á la adorada desdeñosa. Amor salpimentado de celos 6 envidiaá Guzirako, cuya personalidad sirvió de te– maá los primeros diálogos con Tomasha, cuando sólo se proponía incitarla, mediante alusiones y su– posicionesnada decorosas, á conversar libremente. Ella, exagerando sin mesura la ancianidad de su amo, refería como naderías la familiaridad y mimo de su trato mutuo. -Viene muy cansao del Casino- decía,-á las doseó más. Me llama y dise: "estos riñones me due– len mucho; no puedo bajarme, quítame usted las botas,Tomasha,,; y le quito. "Hágame usted unas cosquillasen las plantas del pie,,; y yo le hago. Da
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