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166 LA BELLA EASO bó de desnudarse. Sonriéndose complacidas por sus descubrimientos político-administrativos, apa– garon la luz eléctrica. Poco á poco disminuyó la conversación y se durmieron. Sonó la hora de la Reina Mab. Sobre las frentes de J ulia y Luz dormidas rodó la leve carroza cons– truida en una cáscara de nuez, al pescante el mos– quito que sirve de cochero, flojas las riendas de hi– los de araña, el hueso de grillo usado por látigo, restallante en torno de los arneses, hechos de hú– medos rayos lunares . Las manos de la reina gentil dejaron caer ilusiones, y las dos hermanas se con– templaron á sí mismas ceñidas de diademas, galan– teadas por caballeros de uniformes menos resplan– decientes que el escudo nob.iliario esculpido en el testero del salón azul.

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