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160 LA BELLAEASO los requerimientos más sutiles del tacto y oportuni– dad, cualidades características de los verdaderos hombres de Estado. Moralmente era imposibleque el alcalde de Jayápolis se pusiese á diario en con– tacto con los reyes y altos poderes, compartiendo como compartía, techo y mesa con un enemigo no~ torio de España. A D. Víctor no le tranquilizó el hecho de que el Ministerio acabase de cerrar el oído á los consabi– dos requerimientos . La Epoca era temible adver– sario. Veíase puesto en entredicho. El artículo, há– bil, Je minaba el terreno. Pérfidamente insinuabala especie de la responsabilidad paterna, absolviéndole, sí, de ella, pero en términos hipotéticos más bien. In cauda venenum; el final era atroz; estocada de espadachín italiano!Qué impresión no causaríaen– tre los palaciegos, tan hostiles de suyo á la expan– sión regional! D. Víctor estrujó el periódico y lo arrojó sobre el sofá. Julia y Luz notaron entonces la desazón de su padre. Julia recogió La Epoca; Luz se arrodilló, cuidando de no arrugarse el vestido, y comenzó su labor de caricias.Julia, coléricos los ojos, displicen– te y altiva como nunca, tendió el periódico á su hermana: -Ese Luis-exclamó-es insoportable! Anda, defiéndele! . Luz se enteró rápidamente del artículo. No con– testó, pero también daba señales de enojo. - Urge llamarle al orden. Nos está poniendo en ridículo! Puede comprometer tu posición, atraerte un disgusto de muy mala índole. Yo, si fuese que tú, le enviaría á viajar por el extranjero: que se eu– ropeíce; ¡lejos, muy lejos! Mira que indisponernos con Palacio! D. Víctor, cruzadas las manos sobre los riñones,

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