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158 LA BELLAEASO sirvieron de comentario á la maquinal pregunta. La descarriada conversación retornó á su punto de arranque, al por qué de las preferencias femenino– americanas. Una observación del banquero Mendi– luze la encarriló de nuevo:-" Los defectos de los franceses, tan notorios, no los desvaloran.., La tertulia se puso á descifrar el enigma, como á un juego de charadas. D. Víctor, comido por la impaciencia, con la mano derecha entre el forro del bolsillo palpaba el número de La Epoca, ansioso de desdoblarle y leerle. Las explicaciones calificá– balas mentalmente de disparates opuestos al senti– do común. D. Fernando de Lekuona prestábales atención sostenida, inclinando, aun más que de cos– tumbre, la cara barbuda sobre el pecho. -Creen ustedes-preguntó gravemente-que París y Madrid son iguales? que la primera no aventaja en muchos quilates á la segunda? que Pa– rís es una ciudad mundial, desde todos los puntos de vista, y Madrid la cabeza de un Estado, hoy se– cundario? Ni duda cabía. La tertulia estuvo unánime en la respuesta . El patriotismo podía deplorarlo, pero el hecho era evidente. Se apagó de súbito la galofo– bia; surgió en las imaginaciones la figura de París; las señoras recordaban la elegancia, los hombres. los placeres. Los tertulianos que nunca pisaron las calles parisienses mostrábanse los más entusiastas. El "oh, París! oh, Parí s!,,, á modo de jaculatoria, cortaba de vez en cuando la letanía de elogios. El aire complacido de que se revistió D. Fernan– do presagió la emisión de alguna sentencia profunda. -Us tedes mismos, sin darse cuenta, poseen la clave del acertijo..... Los novios franceses se pavo– nean sobre el pavés de su famosísima ciudad: con quien se desposan realmente las señoritas de New– y ork es con París ,

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