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154 LA BELLAEASO cor sino breve tiempo después del agravio. Ahora el buen éxito acortaba el plazo. Inclinó el cuerpo haciendo un elegante saludo, y sonriéndose dijo: - Sí, todos somos unos; mas si en el desempeño de mi cargo hubiere de hacer alguna distinción, en pro de usted, conde, y de sus amigos sería. Torrejauregi miró á sus correligionarios. La ex– presión risueña de su cara desapareció sin disimu– lo; la afable llaneza de sus maneras se encanijó en un gesto de recelo. Arditurri le hizo un signo, ape– nas perceptible, de incitación á cumplir lo conveni– do, y Torrejauregi prosiguió: -Asimismo deseamos, D. Víctor, afirmarle que somos ajenos á la publicación del artículo que hoy trae La Epoca. Alzaga hizo gestos de sorpresa. -No leo ese periódico; dejé la suscrición cuan– do la disidencia de Montilla. -Ah! ignoraba usted el caso? Siento ser yo quien Je informe ..... Me molesta dar noticias des– agradables..... El hecho, en suma, carece de impor– tancia. El veterano periódico no interpreta hoy el pensamiento ministerial. Se ha tirado una plancha: ¡publicar el artículo contra la hipótesis del nombra– miento de usted, cuatro ó cinco horas después de haberlo firmado la Regente! · Torrejauregi había recobrado su habitual manera de ser. Cumplida su comisión, tomó asiento en una butaca. Su cuerpo rechoncho, sus bigotes delgados, lacios y colgantes, le hacían parecerse á un chino. D. Víctor no se reponía de la mala impresión. -Me conviene estar enterado de lo que dicen los periódicos..... Alguno de ustedes tendrá la bon– dad de proporcionarme La Epoca? Arditurri sacó un número y se lo tendió á don Víctor. -Lo traía, por si acaso.

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