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16 LA BELLAEASO los pocos, generadora del mucho, y el grato deva– neo de los planes para invertir las sumas . Cierto día Martín llamó á su mujer que, según costumbre, estaba lavando. Josefa no era corno su marido, ó como Pachika, aldeana de una sola pieza. La ciudad había desteñido sobre ella. Su ser moral era más complejo; sus aspiraciones no se derivaban exclusivamente de su condición labradora. Sabía que otras maneras de sacarse la vida, con menor esfuerzo, suministraban recursos más abundantes. Llegó á ver en la labranza un oficio de gentes que no sirven para cosa mejor; algo parecido al trabajo muscular de los animales. A fuerza de oírlo repetir allí, en la calle, asociáronse en su mente las ideas de "casero,, y ser inferior: torpe, rutinario, embota– do en preocupaciones, un si no es ridículo por su misma rustiqueza. Junto á la yunta, la mujer boye– riza y el marido que aprieta la reja del arado cons– _tituyen grupo; los cuatro penan sobre el mismo terruño . Jo sefa era también hija de un terrateniente del con– de de Ajarte, dueño entonces asimismo de Lizardiga– raicoechea. Llevósela la condesa, prendada de su buena presencia y aparente despejo , é hizo de ella una excelente cocinera. Por cierto que en la cocina trabaron sus relaciones Martín y Josefa, un día de Santo Tomás, durante el almuerzo con que los con– des solían obsequiará sus colonos que en ese ven– cimiento les pagaban las rentas. Casáro nse, y á la primera criatura que tuvieron empei'ióse la condesa en que á su nieta Lolita le sirviera de nodriza Jo se– fa. Contra toda su voluntad cedió Martín á la pre– sión de los amos, y la mujer se marchó á Madrid, donde los padres de Lolíta residían durante .el in– vierno, á llevarse la vida regalona que las casas gran– des dan á las nodrizas, corrompiéndolas con ne– cesidades que después no pueden satisfacer. ¡Cuán-
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