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A. CAMPIÓN 15 ra, segadora y lavandera, por añadidura, en las va– caciones de las labores agrícotas. Juntos acudían á los mercados cuando hacía falta, y vendían y com– praban los cerdos, vacas y terneras. Y eran aque– llos lunes de Oyarzun y jueves de Hernani días de distracción y de relativo descanso, á pesar de la ca– minada y de las ventiscas invernales; sobre todo para Martín, que en las posadas y tabernas cerraba y festejaba el trato, ante la escudilla colma de gui– sote y la nunca exhausta chopera. Pachika, á la sa– zón bajo el descomunal paraguas, sujetas las reman– gadas sayas por la cinta del delantal, luciendo roja toquilla que el turgente seno levantaba, chapotean– do con amoratados pies el frío barro, consumía á mordiscos blancos zoquetes de pan y retenía á su alrededor á los hociqueantes gruñidores, arrojándo– les puñados de maíz. ¡Penosa vida la de todos, pero iluminada por · la alegría de la salud y de las ganancias! Llegaban los domingos, y Martín , con un chiquito de vino al salir de misa, y una merienda de sardinas, bacalao ó pi– mientos cocidos, en la sidrería los celebraba . Su andre J oshepa, en el caserío de · la prima Anthoni, entre irrestañable charloteo , tanto así como un par de perras chicas solía jugarse á los naipe s. Las hijas, lindamente trajeadas con telas de caseras, pero á la moda de las señoritas, ó iban á Yayápolis buscando espectáculos gratuitos, 6 monte arriba, sobre Astiga– rraga, se encaramaban á Sasieta , cuyo amplio sopor– tal era protector de bailes campes~res contra las in– oportunas borrascas. Fuera de estos esparcimientos á plazo fijo y ho– ras tasadas, el trabajo continuo, sin jornada legal ni huelga voluntaria , sin caras mohínas ni ceños adus– tos, aunque los rigores de la intemperi e aoravasen l_asfatigas de l es fuerzo muscular. Y con el trabajo a una, el ahorro const ante, la lenta acumulación de
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