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134 LA BÉLLAEASO Los postreros escrúpulos de andre Joshepa iban cayendo. Quien no estuviese en autos criticaría,co– mo se critica todo, especialmente si es un bien que el prójimo alcanza. Resultado de sus indagaciones: las criadas de Guzirako, salvo un par de excepcio– nes, siempre fueron hijas del país, gipuzkoanas de limpia estirpe, cuyas familias no desmerecieron por ello en su buena fama. D.ª Constancita dijo verdad; la atmósfera desfavorable componíase de anécdotas, chanzonetas y murmuraciones, en tono de broma trasmitidas, ocasionadas por el modo de ser de D. J uan Bautista, por su manía de criadas guapas y elegantes, por su reputación, puerilmente alargada, de antiguo galanteador. Pero hechos, ca– sos particulares, ni uno! Andre josepa temía la oposición de Martín, cuyo carácter meticuloso era enemigo de actos vitupera– bles ante la opinión pública. Ah! si él conociese el bochornoso secreto abatiría humos, amainaría ve– las, se cortaría las ínfulas! Bajaría al mismo nivel de ella, que ya no hacía ascos ni de Perico el so– cialista!Quién sabe si el más dificultoso problema, íntimamente enlazado al acomodo de Tomasha, no se despejaría en casa de Guzirako? Capaz era el buen viejo de hacerle, bajo su responsabilidad, una boda al estilo de la de Yaneta y otras predecesoras suyas. Aunque la hija ni se transparentaba ni solta– ba prenda, indudablemente se resistiría á volver al campo. ¿Habría que dejarla en Jayápolis-á cierta edad es contraproducente é inútil el empleo de la fuerza,-ó lo que es igual, consentir en que se per– diese del todo?..... A Martín le pintaba ocasión de adquirir un case– río que una familia, empleada por un pariente rico y generoso en una "estancia,, argentina, iba á poner en venta. Dentro de un par de meses, á lo sumo, los emigrantes se embarcarían, dejando el puesto