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124 LA BELLAEASO -Ninguna! Cosa de las señoras será: ¡más im– pertinentes! - Yo ando con miedo que me suseda cosa peor. Los padres vuelven á caserío; con ellos, si me lle– varán? - Jesús! de arriba abajo os habéis vuelto: locos ó qué? · ' -El padre, por la guerra, mucho diñero ha per– diro; en la kale poco se gana. -Al caserío! como si te meterían en el bujerode los muertos! Más te vale ponerte á servir. Que ellos se vayan, una por una, á ti dejando qui~ta. Después te sales, pa trabajar en talleres. Tomasha hizo gestos afirmativos. La monotonía rural Je causaba el mismo temor que la noche á los supersticiosos. Las penas, amortiguadas por el in– tenso devaneo de la vida urbana, buscado de pro– pósito, se reapoderarían de su ánimo. No sospecha– ba que la tranquilidad del campo y sus rítmicas y penosas faenas corporales constituían acaso el más eficaz tratamiento de su dolencia moral. - Yo, ya he contao; ahora tú: Guadalupe, que con tanta decisión había ofrecido la confianzade sus "novedades,,, ahora, bajos los ojos y rojas las mejillas, al parecer experimentaba repugnancia á cumplir la promesa. Tomasha, curio– sa, no 9oncedió quita ni espera. - Chica..... al fin..... Leonardo y yo nos hemos enredao..... Él me pone una tiendesita y una habita- sión..... Esta noche no me vuelvo á casa. Tomasha, sorprendida, se santiguó. -Por Dios, muchacha !-exclamó en tono de reproche. A Guadalupe le irritaron la exclamación y el tono escandalizado de Tomasha. -Pensé que me ibas á reñir ..... Te hases aspa– vientos, eh! Cualquiera se pensaría que no sabes

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