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A. CAMPIÓN 121 Los ojos de Guzirako resplandecían de contento. Martínlo observó, y su memoria recordó -entonces confusamentelas hablillas y las chanzas sobre Gu– zirako y sus criadas..... Quiso desandar el camino. -Esto, naturalmente, se ha de tratar en casa. Los hombres no entendemos de estos asuntos. Aca– so le parezca mal á Joshepa que nuestra hija sirva en casa donde no hay señora. -Mejor! Las casas sin dueña son el paraíso de las criadas. Los hombres las molestamos poco; no somoschinchorreros, no las seguimos los pasos..... Se sonrió maliciosamente, y adoptando tono de broma, prosiguió en baskuenze: - Digo que no les seguimos . los pasos en una acepción..... en la otra..... je, je..... Ojalá pudiese, amigoMartín! soy viejo, me dan vahídos, sofocones; tengoun reuma que me ronda á cencerros tapados, aquí, desde el corazón hasta el brazo y los dedos..... iYque no le faltarán chicos jóvenes y guapos á la bellaTomasha! Ni le han faltado, según cuentan las crónicas ..... Un pobre viejo sólo le causará risa..... Puede usted traerla con la misma confianza que si la metiese en un convento de monjas. No soy yo quien deja en paz á las sayas, son las sayas las que me dejan en paz á mí. La vejez, la enfermedad y el desdénfemenino forman de mí un modelo de virtud. Martínse reía de estas palabras, pronunciadas con el aire más bonachón del mundo. Guzirako, por re– machar el clavo, dijo: -Tomo nota de la palabra de usted. Martín se estimaba desligado de ella por el re– curso á la aprobación superior de la andre, y no re– chazó ni asintió á esas palabras. Un cuarto de hora después, delante de J oshepa, en el cuarto conyugal, se quitó la chaqueta y el chaleco, sacó los billetes, los contó é hizo contar repetidamente. - Ahora trae aguja é hilo y cose la boca del bol-

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