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A. CAMPIÓN 13 habría equfparado el marqués al viajero importuno que penetra en el compartimiento cuando los recién casados preludian las más íntimas ternezas de su luna de miel. Porque verdadera é íntima luna de miel era la que Martín estaba disfrutando con sus tierras y ·caserío. De tiempo inmemorial los Zubeldias venían ha– bitando Lizardigaraicoechea, á título de inquilinato. En el caserío ·habían nacido y- muerto los abuelos; las viejas paredes eran los testigos venerables de muchos antecesores. Aplicando á e llas el oído per- . cibía Martín las carcajadas de las bodas y los sollo– zos de los ·entierros que fueron. En la penumbra de los rincones, la paz deleitosa que había acaricia– do las canas de los viejos venía á posarse amo rosa – mente sobre los bucles de los niños. Cfertos cuar– tos, por tradición eran designados con nombres de personas: el cuarto de Lorenzo, el cuarto de Guer– gorio. Quiénes eran Gregorio y Lorenzo? Lo igno– raba; pero sabia que eran carne y sangre de la car– ne y sangre propias. La indatable posesión había ido depositando en el alma de aquellas generacio– nes aldeanas, sedimento de profundas aguas, el an– sia de ser propietarias. Ella había inspirado la labo– riosidad, sostenido la economí:~. amaestrado el arte difícil de privarse hoy para disfrutar mañana; ella había abierto los seguros escondrijos donde caía, cua l frutas maduras, el producto del ahorro. Y de donde también ¡ay! venían á sacarlo las vicisitudes de la vida, enfermedades, sequías, pedri scos, epide– mias de ganados, los apuros de la francesada, las persecuciones de las gue rr as civiles. ¡Secular tor– mento de Sísifo! siempre pecho arriba, con la carga á empujones, y rodando siemp re al lagar donde la historia estruja sin misericordia á los débiles y á los pobres. Martín fué más afortunado que sus progenitor~s.
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