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118 LA BELLAEASO -D icho se está, cósete los labios con alambre pon buena cara si puedes. Hemos de hacer econo~ mías, hemos de disminuir las bocas. A Tomasha la pondremos á servir á una buena familia.Me la ha– béis echado á perder; no vale para nuestra clasede trabajos. Oh, la Pachika, esa sí, es un regalo de Dios! Trae la comida; necesito nutrirme, recobrar fuerzas..... ahora no podría levantar un saco de manzanas. La andre, fuera de quicio, iba y venía sin acertar á poner la mesa. Derretíase por conocer pormeno– res de la catástrofe, por descifrar ciertas frases enig– máticas de su marido. Iban á volverse al campo? Cómo, á la hora misma de perderse la mitadde la fortuna, adquirir otro caserío? Preguntas bullidoras, dispuestas á asomarse por entre los labios. No se atrevió. Los ojos calenturientos de Martín ordena– ban la observanciade la consignia.Ella era intrépida, y dentro del matrimonio la voz cantante; toda dis– paridad de opiniones, á la postre resolvíase á favor de la suya; pero ahora el gusanillo de la responsa– bilidad personal le mellaba las mejores armas. El buen sentido rutinario había sobrepujado en perspi– cacia al elemento intelectual, que ella asumía frente á la fuerza física. Gracias á que el desliz de To– masha pudo mantenerse secreto; de lo contrario jamás habría podido la andre aventurarse á dispu– tar una decisión. El desasosiego de Martín duró varios días, y su resonancia en el ánimo de andrejoshepa. -"Me oculta algo,,-pensaba ella entre sí. Su marido ni comía ni dormía cosa de provecho. Una mañana le llamaron de parte de Guzirako. Se vistió de prisa¡ al salir de casa pronunció una frase que aumentóel sobresalto de la andre:-"hoy sabremos si esos zi– rios se apagan y nos quedamos completamente á oscuras,,.

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