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A, CAMPIÓN 117 III Las piernas y la cabeza y el tronco y el cuer– po, desde las uñas de _los pies hasta las puntas del cabello, cual si Je hubiesen trasmutado la sangre en azogue, mediante alguna operación de alquimia nue– va. Recordaba su anterior salida de la casa, diez ú once meses an tes, portador de los valores-qué sarcasmo!-de Sirio y La Ibérica, y la sagacidad del conde reprobando la operación efectuada. Aho– ra estaba temeroso de encontrárselo al paso otra vez; en el rostro leería el viejo brujo el desastre. Se apartaba de todos ios señores ancianos, cam– biando á cada momento de acera y mirando alre– dedor, cual caco á quien persigue la policía . .Llegó á su domicilio á la hora de comer, tan in– quieto y trémulo que se alarmó andre joshepa. -Algo te sucede; vienes enfermo? -No , pero traigo el corazón partido por un ha- chazo. Ah! tus novelerías, caro nos cuestan. -Habla, por Dios! -Sabes aquellos papeles americanos? Pues ya no valen nada: espuma, viento! Andre Joshepa lanzó tres ó cuatro exclamaciones de angustia y se ató y desató otras tantas la toca de la cabeza. -Có mo es eso? - Yo qué sé! La guerra, los militares, la cara del demonio! Una granizada, hielos en la flor..... si fuese asunto dé las cosechas sabríamos el por qué. No me preguntes nada; cállate; me enfurece el pensa– miento de la pérdida, y como no hay nadie contra quien dar, soy capaz de aporrearte. El flemático Martín se revolvía amenazador, ex– presándose con desusado imperio.
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