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116 LA BELLA EASO de sus valores es postiza; personas mal enteradas desean adquirirlos; allá ellas! Al amigo se le pone en guardia; á los que no lo son, se les deja bajo el amparo de la divina Providencia. Las ratas sabias se escapan antes del hundimiento. Acabo de sacar la cuenta. Comparando el precio de compra y el de venta (tal como se pondrá á dos ó tres días fecha) usted cubrirá las dos terceras partes de la pérdid~ causada por las ibéricas, incluyendo en la cuenta, claro es, el dividendo de once por ciento que le pa– garon; y aun queda un piquito sobrante, porque juego con números redondos. Vaya! con Sirio el negocio de usted resulta envidiable. AmigoMartín, si usted quiere, antes de ocho días le entrego los consabidos miles; si no, resígnese á perder la mayor parte de su capital, á conservar cuatro ó cinco mil pesetas á lo sumo. -Así, pues-exclamó emocionadísirno Martín– antes de ocho días estará el dinero en mi mano..... -Sí, hombre! lo tendrá usted corno tiene ahora la boina! En hermosos billetes de Banco: piensoque no los estrujará usted así..... Un consejo! á usted no le da el naipe para esto de los valores. Compre un caserío, y al campo de nuevo! -Venda usted-o rdenó Martín, borrada la des– confianza.-Esos papeles me volverían loco; sube el oro, y la gran ganancia se me trueca en pérdida; cuando valen más las acciones, es cuando valen me– nos. ¡Papeles! embusterías, embelecos! No sé cómo le enr.iquecen á nadie. -Ni lo aprenderá usted tampoco,- replicó don Juan Bautista, acompañándole hasta la puerta, con sonrisas y palmaditas sobre la espalda.-No se cai– ga por la escalera; que las piernas, según observo, le tiemblan.
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