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. . i) CAPÍTULO CUARTO I A convalecencia de Martín evoluó normal– mente, sin pausas ni retrocesos, hacia el estado de salud perfecta. Conforme al pro– ~ 1'"'-- ""' nóstico de D. Telesforo ninguna· reliquia .m:;~~ dejó el ataque, excepto una grandísima debilidad, sostenida por el régimen draco– nianode purgas y dieta, á que durante un par de meses largos estuvo sometido el convaleciente. An– dre Joshepa protestaba, afirmando que el médico la iba á dejar viuda, pero no se atrevía á desobedecer las prevenciones cuya observancia vigilaba aquél girandovisitas de inspección á horas salteadas y en ocasionesimprevistas. Abría verdaderos sumarios, interrogando separadamente á todos los individuos de la familia. Martín, aunque apretado por hambre canina, mostrábase nimio observante de la regla: -"le había visto las orejas al lobo,, y á toda costa que– ríaevitar que le llevase consigo á la negra y hedion– da madriguera. -Hoy se levanta el estado de sitio-declaró l ri– sarri un día-y recobra usted la sagrada libertad de comer á su hambre. Libertad, no libertinaje digo:
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