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A. CAMPIÓN 99 tu padre pasándole el estropajo. Vete. Cuando ne– cesitode alguno sé llamarle. Tu obligación está en la taberna, sobre todo ahora que no puedo bajar yo. Los ojos garzos de Pachika, dulces y melancóli– cos, se quejaron del áspero acogimiento. Dócil cual la cordera sometida al pastor, se apresuró á obede– cer sin echar un vistazo sobre el enfermo, como quería. Mediahora tardó en presentarse Tomasha, acom– pañadade D. Telesforo. Andre J oshepa, que midió por horas los minutos, prorrumpió _en acusaciones de tardanza, á las cuales el médico no prestó aten– ciónalguna. El desaliño de su persona lobuna de– notabaque la clientela de D. Telesforo lr isarri era aldeana;sus gruesos zapatones no se habían clave– teadopara las mullidas alfombras de Ja yápolis. Los socios de La bella Easo, donde era asiduo tresi– llista, Je denominaban "el médico casero.,. Los cam– pesinos del contorno le preferían á cualquier otro, por la llaneza de su trato, la franca espontaneidad de su geniazo nabarro, bonachón y regañón en una pieza, y además porque "sangraba,,. Paco Zabala, el boticariomaldiciente, solía decir: "la farmacopea de D. Telesforo es idéntica á la de los veterinarios,,. Jactábase éste, con verdad ó sin ella, de no haber abierto un libro desde que bajó á la costa desde los riscos nabarros: "la Química y la Anatomía patoló– gica-decía-están estropeando á la Medicina, cuyas modas de curar cambian y varían como los sombre– ros de las señoras.,. Era un practicón de primera, ayunode teorías y sistemas, favorecido p.or un ojo clíniconotablemente sagaz. Dejó el paraguas chorreante en un ángulo del aposento, y se acercó á la cabecera de Martín, po– niéndose á observar su faz inyectada; luego le levan- · tó los miembros que, una vez libres, cayeron en re– solución;le auscultó el corazón y los pulmones y le
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