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96 LA BELLAEASO el fuego que te había quemado. Pienso que por esos caminos darás en mala mujer. Los sollozos de Tomasha no enternecían ahora á su madre; la molestaban como signos de una pena extemporánea que no trae ningún remedio y ponen de bulto la falta de cautela anterior. Prosiguió du– rante largo tiempo denostando á su hija, y cuando salió del cuarto no le miró al rostro, inundado de lágrimas. IX Tomasha aguantó los reproches de su madre, ins– pirados por la cólera sin mesura. Muchos de ellos, además de violentos le parecían injustos. La edu– cación recibida, de respeto á los mayores, aunque se compusiese, de hecho, con ciertas desobedien– cias, no concebía siquiera la réplica que degenera en disputa donde las líneas divisorias de la jerar– quía familiar se borran. Ella también se hacía cargo de su situación per– sonal. Dos ó tres horas de casi inconsciente, y á la verdad indeliberado extravío, encauzarían para siempre el curso de su vida, desviándole de su des– embocadura natural. Porque en cuanto al rasgo de su confesión declarándose indigna, sentíase incapaz de repetirle aunque los azares de lo porvenir le brin– dasen con la coyuntura de ella.Había sufrido tanto!.. vergüenza, humillactón, desengaño! Ahora comen– zaba á serpear este sentimiento que en la exalta– ción primera se mantuvo oculto, al acecho de la ho– ra propicia. Cuando reveló su falta tenía la convic– ción de que los propósitos de Luis se arruinarían. De antemano aceptó la irremediable consecuencia, con hondísima pe1rn,mas sin amargura. De Luis conservó una memoria grata: ia del hombre amado

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