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A. CAMPIÓN 95 puedo engañar al hombre que quiere ser mi mari– do al que he de mirar diariam.ente cara á cara. .Ándrejoshepa bajó la cabeza, agobiada por el nue– vodescubrimiento. Con el equivoco disipóse á una lamomentánea esperanza que Je hizo concebir. El deslizlamentable é indestructible se levantó como murallade bronce que cierra el paso. La·situación de las cosas no admitía paliativos ni componendas de ninguna especie: la ~inceridad ó el engaño .serían siempre la solución única. . · -Es verdad!-balbuceó anonadada, cual si un pie enorme la aplastase. · Las palabras aprobativas le quemaron los labios! Eterno, irremovible obstáculo! Tomasha era incasa– ble, sin previa confesión humillante. Ignoraba andre Joshepa las reglas de la moral social de otras clases; pero á las de la suya apenas les conocía excepción. Los recuerdos de casos se encadenaron: Iñasi, la de Berrondo; Luisha, la de Portu; Vishenta, la de Olae– che; y esa y aquella..... Algunos de los matrimonios se frustraron, otros se llevaron al cabo. Al novio de buen estómago se le pegó alguna nota denigrativa que la memoria tenaz del aldeano mantiene oculta hasta que una disensión se la lleva á la lengua como Je pondría una pella de lodo en la mano. Un caso recordaba en que no se aplicó la regla, el de Benita Arrupe, y en aquel, cuando se descubrió el desliz hubo sangre! Suceso memorable en un país de cos– tumbres suaves. Estos recuerdos alimentaron la có– lera de andre Joshepa: la hija orgullo de la casa es quien la cubría de confusión. -Ah! otro es el que te engañó! Tras de lo suce– dido no mirarías á los hombres si tuvieses un cacho de vergüenza. A ios pocos meses, quién sabe? á los pocos días vuelves á tratar con otro, un señorito comoel primero. Gracias á Dios, el segundo era de mejor casta. No lo sabías tú; te metiste otra vez en

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