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A. CAMPIÓN 87 Perico estaba contentísimo. Temeroso de desper– tar suspicacias, cortó el hilo de sus ponderaciones. Nadiemás hábil que la casualidad: se había colado dentro de la plaza, sin tentativas sospechosas ni in– sistenciasalarmantes, del modo más llano é inocen– te. Desde dentro observaría y aprovecharía los da– tos, tendería paciente y cautelosamente los tenues hilos de araña, fija la vista en la buena estrella, á quien confiabael encargo de proporcionarle la oca– sión decisiva. Ganar confianza, destruir prejuicios, era labor preliminar que la serniconvivencia allana– ría. Cualquier otro plan más concreto pecaba de ·pre– maturo: "esta es caza á la espera,., decía. Antes que la de la hija importaba la conquista de la madre. Tomasha, puesta en candelero por la fiesta de La bellaEaso, festejada y cortejada de muchos, brilla– ba en la alta parra como el racimo sazonado para el ave de elegante plumaje, verde para el escuálido y andariego raposo. Trepar era imposible; un hecho fortuito, la pedrada de un muchacho, la r_áfaga de viento podía dar en tierra con el racimo; entonces habíaque saltar sobre él y devorarle, sin asco á las picadurasde los elegantes pájaros. La noticia era de buen agüero.Corazonada de jugador advertía á Peri– coque á la postre, por fas ó por nefas, la guapa chi– ca,regalode sus sentidos, y la taberna, tripode de su ambición,las haría suyas. Pachika pidió una cena y andre J oshepa se acer– có al fogón á prepararla. Durante su cocineo siguió , hablandoy Lajumera pudo cavilar á sus anchas; de tarde en tarde pronunciaba algún monosílabo apro– batorio. -Tamién la habitasión de nuestra ensima han arrendao. Esta casa tiene mucho tiro; buen paraje y..... no sabe usted pa quién? Aquellos de que han hablao tanto anoche; los de la boda, cosinera ó don– sella, tampoco sé ques de Guzirako, y el cochero.

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