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A. CAMPIÓN 81 Guadalupe no le dejó terminar la frase. Su enojo recibía nuevo combustible. -Se pensaba ese choroa que no habían de mur– murar las gentes? Anda más envidia por el mundo podrido, que perros por las calles..... Ese, con sus bizkaiterías á todos tiene enfadaos! Él también es– cribe muchos ziris contra los demás, y ahora le vuelven ..... Yo creía que era más bonito! dejarte por eso! tu familia que tiene, para desir? Acaso, po- . días haser tu suerte . Ya te he dicho antes: los hom– bres de hoy en día son todos unos cochinos. Requiebros que en las calles dirigieron á las dos amigastemplaron el enfado de Guadalupe. Al lle– gar á casa era completamente de noche. Sonaba en la taberna un bullicio tan extra~rdinario, que los transeúntes se detenían. Guadalupe y Tomasha se pararon, por abrirse paso y por curiosidad. Cinco ó seis muchachos que las divisaron desde dentro salieron á la puerta: -En tren las buenas mozas, y se divertirán un poco. Tomasha quería retirarse; no pudo. Uno de los muchachos le dijo de refilón unas palabras que la amargaron. -No haga ascos de los pobres; somos personas también. Entendió que aludía á su trato con Luis, divulga– do por los malditos periódicos. Perico Lajumera, esmeradamente vestido, con más ínfulas de señor ito que nunca, se acercó á las dos amigas y las saludó, boina en mano: -Hasta ahora no habíamos tenido el honor de verlas por aquí: ¡bien venidas! Estamos corriendo una diversión de primera. Figúrense ustedes que se han metido dentro los convidados de una boda rumbosa, después de acompañará los novios á la estación. 6
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