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A. CAMPIÓN 77 tre tú y yo se Iev~nta e_srades~rac1amí~..... nie im– pidesubir hasta ti. .... m.te pedia m te pido nada..... Luis,quiero que m~ qmeras ..... No pudo prosegmr; los sollozos ahogaron su voz; se cubrió la cara con las manos; por entre los dedos se escurrían las lágrimas. Luis tampoco pudo con– tener las suyas; á la cólera, súbitamente aplacada, ta pena, la tristeta, la compasión, sucedieron. Re– costándoseen el tronco de un árbol se sumió en sus propios pensamientos, complejos y contradic– torios. La responsabilidad moral de· Tomasha di– luíasecasi hasta perder la substancia; no el de culpa– blesino el de víctima es el nombre que merecía, dig– nade la piedad, brutalmente ultrajada por .denuestos furiosos.Aunque la caída hubiera sido del todo vo– luntaria,aunque la complicidad de los hechos no la hubiera preparado, según él lo deducía de las frases de ella, patentemente siriceras, la culpa acababa de ser absuelta; las salpicaduras de la materia poluta no habían llegado al alma..... Cuán hermosa since– ridad!cuán noble delicadeza! Y él ahora, iría á pre– valerse del secreto, espontáneamente . descubierto, para castigar la culpa que sin ese rasgo sincero ha– bría ignorado siempre? La consecuencia parecía monstruosa ..... Sin embargo, no cabía otra; era la determinación natural, la que la misma Tomasha descontaba y pretendió desviar por otros cauces, en aquellas adorables palabras de amor: "mi desgracia nos separa; me es imposible subir á ti; nada te pido; quiero que me quieras,,, Atendería al ardiente rue– go, dejándose atraer por la magia de la hermosura amada que se rinde? Eso, hasta mostrarse compa– sivosería: otorgar la única compensación posible. A costa del deber y de la delicadezay de la sinceridad cuyos destellos estaba admirando! Repetiría la haza- . ña del primer ladrón de honra; extendería patente de 'éspíritu profético á favor de la maledicericia .....

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