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72 LA BELLAEASO ahora, de querer siempre. Yo me decía á mí misma: no sé hablar, no sé discurrir, entiendo á medias las cosas; el día que me haya mirado y remirado, que me sepa de memoria, se cansará. Qué le diré yo que le retenga? Oh! una señorita es muy diferente! discurriría como él! Muchas veces he acariciadoyo á los corderitos de casa; les besaba el hocico, les ras– caba la frente, les quitaba espinas enredadas en los rizos; ellos me miraban sin tocarme con una pala– bra el corazón, y yo los apartaba de mí, diciéndoles: fuera de aquí, sosos! De súbito le asaltó un recelo: -Los sueños de esta clase, quieren decir algo?no son fantasía..... - Por lo menos los tuyos son la pura verdad. Escúchame. Habían llegado al. paraje por ellos mismos deno– minado Zoko -polit: ondulación del terreno circun– dada de árboles, con su praderita en el centro, in– visible desde la senda, unas cuantas rocas bajas que servían de asiento rústico, y una melancólica balsa que replicaba con el cuarreo de las ranas al gorjear de los pájaros. Tomasha esbozó en sus labios un gracioso gesto de displicencia. Era su ánimo el del prisionero que se aleja de la cárcel. Al cabo de las penas nueva– mente la vida resplandecía. Si esas cosas graves fue– sen á ser nubes en el horizonte? Mejor era maripo– sear al sol, entre las flores, recibir las caricias de la hora presente. Ella adivinaba que Luis iba á tratar de lo porvenir, incierto, por tanto, temible. Luis le tomó las manos, la miró con embeleso; ella se arrimó á él y sus cuerpos se tocaron de cos– tado, suavemente. - Tµs compañeras de taller, estos días no te mor– tificancon preguntas, ó con indirectas ó con burlas sobre estos paseos, sobre tus relaciones conmigo?

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