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A. CAMPIÓN 11 V Por la senda solitaria bajaban Tomasha y Luis, de muy distinto talante; ella, locuaz, alegre; él, taci– turno,mustio. - Algo te sucede, Koldobika; apenas me contes– tas;otras veces era al revés: tú hablabas, yo te es– cuchaba. Luis, puesto en el trance de las explicaciones, se sobrecogiócon cierto presentimiento nefasto, vago, sin base aún. Miró á Tomasha; le pareció más her– mosaque nunca y se recreó en la expresión de su miradaamorosa, límpida como el agua de montaña, á cuyo través se descubría el alma ingenua y leal. Lassugestiones de la prudencia perdieron su valor suasorio al par que los propósitos decisivos se en– tonabancon el temple de lo irrevocable. -Es gravedad, no tristeza la que observas en mí. Cosasmuy serias se imponen á nuestra atención. Hablaremos de ellas en el fondo del valle, en el rinconcito aquel donde nos dijimos que nos que– ríamosmucho. -Cosas serias? no quiero! Cosas que te ponen triste, por más que lo niegues. Yo prefiero hablar de cosas alegres..... sobre todo hoy; la alegría me brincadentro del cuerpo. - Por qué? Dime la causa de esa alegría especial. - Figúrate... He soñado que me querías mucho... Luis la interrumpió riéndose. -Vaya una noticia!Muchacha, tal sueño te alegra? Tienes más que el sueño, la realidad misma. Mi ca– riño nunca ha podido ser dudoso para ti. ~Verás!.. ... He soñado que me querías siem– pre, que no te cansabas de mí. Es distinto, querer

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