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64 LA BELLAEASO efecto había recargado el cuadro; á él no le consta– ban las murmuraciones de las gentes, las suponía. A raíz de iniciarse, el negocio tocaba el punto extre– mo de su posible desenvolvimiento: la suya podía compararse á una intervención médica que acelera– se la enfermedad y agravase sus síntomas. Las in– tenciones de Luis, bajo el influjo del más exaltado idealismo, supr imían clases sociales, concordancias de educación, conveniencias de familia: le conster– naron. -Realménte, piensas que yo puedo autorizar r.i avenirme á semejante disparate? Tu posición, la nuestra, el derecho que nos asiste á no decaer en el concepto público, son una futesa? Para llegar á ese resultado grotesco, has tomado el camino de los li– bros, del arte y demás sublimidades que acostum– bras oponer á nuestro prosaísmo? Pasas por un chico de gran talento: ¡más te valiera ser tonto! En– tonces, sin duda, verías el lado ridículo, grotesco, como he dicho antes, de esas relaciones, sólo con– cebibles en un libertino..... ¡al fin y al cabo ya sabe– mos lo que buscan! ¡Casarse con una lavandera que, si á mano \Liene, no sabrá ni leer; con una muchacha que ha tenido la poca vergüenza de expo– nerse en público, vestida de máscara y enseñando las carnes! Es inaudito. Siquiera, infórmate antes de su vida y costumbres cerca de los socios de Alaita– suna! No habrán perdido ocasión de zarandearla. D. Víctor, excitado por sus propias palabras, se había puesto de pie. · -Bonita escuela de matrimonio ha tenido la ni– ña!-dijo, á guisa de conclusión, llevándose á la boca la mano y abriendo los dedos al separarla, como quien echa un beso. A Luis, las frases de su padre que tocaban á la moralidad de Tomasha le hirieron como un insulto; otras, las referentes al papel de Bella Easo le mor-
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