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A. CAMPIÓN 55 mana de aquélla. La idea absurda le rondaba y le iba pareciendo menos absurda. Implicaba cierto riesoo, propio de las grandes empresas, y para él mer~cíael título de grande empresa la ide~ obsesio– nante. Sin querer casi, la expresó de sopetón pre– guntando: -Diga usté, señora Josefa, por qué no me había de casar yo con la Tomasa y ponerme al frente de este negocio, retirándose ustedes á descansar, á co– merse las rentas, tripa arriba y al sol? Sorprendió tanto á joshepa la pregunta, que le parali2óel discurso por unos instantes. Mayor aún que la sorpresa era el disgusto, y asomó á la punta de la lengua una repulsa. ¡Cómo! un simple obrero, atenido á su jornal, por cuantioso que fuese, se atrevía á poner los ojos en una muchacha sobresa– lientemente guapa, con dote y futuras esperanzas? En eso estaban pensando la moza y los padres! A novia rica, novio rico también. Casarse con un cualquiera, que no era hijo de casa conocida, sin parentela, advenedizo, que no hablaba baskuenze, canto arrastrado, sabe Dios desde dónde, por el aguaturbia de la inmigración, descendida de ese te– rritorio ignoto vagamente designado Conel nombre de Castilla, evocador de los campos sedientos, de las casucas terrizas, de las lomas mustias, de los caminos empolvados, de los trajes haraposos que ella, maravillándose por tristeza y miseria tantas, contemplabadesde la ventanilla del tren, en los via– jes á Madrid! En aquel instante andre Joshepa sin– tió á lo casero basko. El trasplante, las novedades urbanas se olvidaron. Imaginóse la cocina, á la ho– ra de la cesación del trabajo, cuando los labradores se arriman á la lumbre y de las ,ropas húmedas se desprenden unos copitos azulados de humo; veía abrirse la puerta de la cocina, y á la vez que los mugidos de los bueyes y el olor del establo, pene-
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