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50 LA BELLAEASO peces.,, La advertencia del médico regañón, desde años atrás relacionado con los Zubeldía, dió nue– vos quebraderos de cabeza á la andre. Lajumera, sin aguardar á mejor respuesta de Martín, levantó la tabla del mostrador y se metió en la cocina, donde la andre, envuelta por el humo del aceite y los pimientos se dedicaba de lleno á sus oficios de gl!isandera. Ella Je saludó afablemen– te. Al fin y al cabo, á Perico le debía la clientela, muy distinta de la que fantaseó durante el período de las ilusiones, pero no estéril tampoco. -Bien huele; tomaré una fritada de abadejo, y vinilloblanco; del de Nabarra, eh? Uf! estoy cansao! -Siénte se, hombre, ahí, en ese rincón; no le lle– gará la calor del fuego. Fuera sonó el estrépito que produce la loza al romperse; andre Jo shepa se asomó al mostrador, miró y lanzó exclamaciones de disgusto. -Ené! Pachika siempre igual! Pachika siempre bruta! idizaya siempre será aquélla! No apina ni pisca! Una puente me ha erroto. -Pobrecilla! cui.dao si trabaja..... La explotan ustedes cruelmente, á la burguesa..... La otra, en cambio, es la señorita ..... Acabo de encontrarla; vol– vía de paseo. Cada vez más guapa! Andre Joshepa no dejaba de comprender que era injusta la desigual condición á que vivían sometidas las dos hijas, pareciéndole menos disculpable des– de que descubrió el percance de Tomasha. - Sí, sí; aquélla buena vida elleva, ahora, mien– tras aprende ..... Ya le ellegará, ya le ellegará-dijo extendiendo los brazos y meneando, como un aba– nico, las manos abiertas-la hora de sudores..... Ya me empada, tanto que guapa..... No netesitamos nosotros guapas pa comer de balde; feas que traba– jan, más mejor. Ojalá si le saldrían virolas! chora– keris, guapuras!
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