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A. CAMPIÓN 47 trarle cuál era el carácter fundamental y estable de su persona , pasajeramente alterado por la novedad que á todo s fascina. Mas disponiendo ya de poco tiempo, aplazó hasta otra vez meterse en esas hon– duras y se limitó á replicar en tono de broma: - Por tanto usted no se casará con ninguno de aquellos mozos caseros que antes la cortejaban? El marido de usted ha de vivir condenado á ciudad . perpetua! Pobre de él si sus gustos 6 motivos de salud le convidan al campo: le dejará usted que se vaya solo? A Tomasha le pareció absurda y forzada la con – secuencia. Exclamó vivamente: -Oh, eso no es lo mismo, D. Luis! Con el. ma– rido baja una á debajo de tierra. Esta respuesta, vehementemente pronunciada, fué á los ojos de Luis signo étnico: el espíritu de sumisión y sacr ificio, el amor al hogar. Pigmalión trabajó sobre un trozo de mármol; él hallaba un alma, inconsciente aún, pero palpitante; el alma fe– menina de la estirpe baska! Estaban en los arrabales de Jayápolis y se acer– caba el momento de la despedida. -Toma sha, no vuelva usted á decirme D. Luis; el respeto es cosa muy baska, pero aquí se despe– ga; yo soy ahora un amigo de usted, un igual suyo; sí, un igual, no se haga de la incrédula! Ni tampoco me llame Luis; mi legítimo nombre es Koldobika: Luis es el nombre maketo, Koldobika el basko! -Cristiano! Jorobika! en mi vida lo he oído! El neologismo le hizo tanta gracia que á duras penas reprimió la risa. Las parejas se separaron. Al entrar en casa las dos amigas encontraron á Perico Lajumera, que quiso entab lar conversación.-" Buenas noches, her– mosas!.,-dijo á guisa de preámbulo, parándose. Pero ellas, con un "buenas noches!,, le dejaron.
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