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A. CAMPIÓN 4i que discurría sobre fondo de guijas blancas. A la otra orilla, un prado, un grupo de castaños y noga– les, un caserío de piedra sin lucid.ura, vestido de yedra, y detrás, un portillo entre dos montañuelas selvosas,abierto por el riachuelo en los buenos tiemposde su mocedad diluviana, pintaban un pai– saje para los expedicionarios. · - No conocía este rincón-gritó Luis entusias– mándose.-iCuánto más bello que no la vulgarísi– majayápolis, demasiado nueva, demasiado bonita, dtmasiado uniforme;trofeo de la mediocridad arqui– tectonil,paraíso del burgués utilitario y panzudo, de los horteras pretenciosos graduados de doctor, por trescientas per.ras anuales, en la Universidad rotativa de Maketania!- Dejando el tono burlón, se lanzó de lleno al lirismo:- Yo os saludo, mon– tes invictos, postrero asilo del euzko acorralado! y á vo~otrostambién, caseríos venerables..... Guadalupe y Leonardo se reían paladinamente de aquel entusiasmo; Tomasha, tapándose la boca con la mano. - Me hacéis perder el hilo- dijo Luis;- lo sacaré de un ovillo de oro... Y con su voz de barítono, no sin arte, entonó el zortziko de Arrese: Euskaldun jayo nintzan Euskalduna az i, Euskara utsik amak Eustan irakatsi; Ezzskara maite maite Zabíltz neugaz beti, Euskara illezkero Ez dot gura bizi! La hermosura de la voz, la expres1on de sus acentos, se sobrepusieron á la broma de los oyentes. El alma baska de Tomasha, flor dispuesta á des-

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