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40 LA BELLAEASO De ponerse ella desde los primeros momentos en la tessitura amorosa de él, acrecido con caudal do– ble el torbellino pasional, la redención euskarizado– ra habría pasado á segundo término, equiparándose el redentor al niño que comienza y no concluye de revelar la placa fotográfica,porque una música en la calle le hace salir del gabinete rojo. Por fin Luis, estimando que no convenía eterni– zar el silencio,dijo: -Me sucede una cosa rara, Tomasha; tengo idea de haberla visto antes de que la vistieran de bella Easo..... no sé dónde ni cuándo..... La cara de usted no es de las que se olvidan ni confunden. Ayúdeme un poquito, si puede. Tomasha vaciló antes de contestar; pero sintién– dose obligadaá una compensación por su esquivez, contestó sonriéndose: - Yo en seguida le conocí á usted. Me vió en Sasieta, la tarde de la cachetina, del aurresku ..... -Caramba, es verdad! cómo diablos se me fué la especie? Por estar ya comprometido con Doro– tea, mi antigua criada, no la saqué á usted á bailar. El nombre de Dorotea recordó á Tomasha la conversación de las lavanderas, los pormenores re– lativos á los señores de Alzaga,á sus hijas, á Luis, tildado de un poco choroa por su baskismo. Esos pormenores, entonces indiferentes, ahora le pare– cían interesantes. Guadalupe y Leonardo, jugando á perseguirse, llegaron á la primera pareja, encendidas las caras y encandilados los ojos. -Se me escapa ésta!-exclamó Leonardo. -Después, verdad?- preguntó socarronamente Luis. Y Guadalupe, sin inmutarse, replicó: · -Cuando puedo. Habían llegado á un paraje donde .un riachuelo trazaba ampliosemicírculo con su corriente parlera

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