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A. CAMPIÓN 39 trumentode placer, equipai:ándosele á Leonardo el sensualista,que solía decir: "Entre una mujer her– mosa y un buen plato, la diferencia la suministra el órganode la sensación respectiva.,, · Tomasha y Luis prosiguieron su camino sin ha– blarsemientras duró el malestar producido por este episodio,más visible en ella que no en él, á quien sus imagi1rncionesdistraían. Ah! el genio de la es– pecieno era sólo una bella abstracción metañsica schopenhaueriana; le sentía trepidar y aletear den– t~ode sí,·á modo de la fuerza cósmica que levanta las montañas y resquebraja la corteza terrestre. Te– mía verse sojuzgado y avasallado por él, según lo enseña la doctrina filosófica.Cabía imponerle con– diciones,restringirle soberanía tan absoluta é in– apelable?Luis, de sus múltiples lecturas, retenía la parte que impresionaba á su vibrante sensibilidad, yuxtaponiéndolas y amalgamándolas confusamen– te, falto de severo espíritu crítico, eliminador de lo inconciliable é incompatible. Su sistema era un mo– saicode sistemas donde se codeaban el determinis– mo y el libre arbitrio. Su filosofismo dependía, no de la lógica,sino de la imaginación:era un caos, á la espectativadel orden que el seso de los años es– tablecería.Mientras, pensabá á retazos y armoniza– ba verbalmente, para su uso personal, mil solucio– nes de suyo contradictorias. Contemplando á To– masha creía en la fuerza ineluctable del bebedizo amatorio, reservándose la facultad de no beberlo, tal y como la disfrutó Iseo antes de la tremenda equivocación. El desabrimiento de Tomasha, acaso signo del temor á rendirse, se componía maravillosamente con el plan de llevar despacio las relaciones, dando tiempo al designio de sacar de la oscura inconscien– cia los caracteres fundamentalesde la raza, latentes sin duda en la hija del pueblo, ignorante é ingenua.
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