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38 LA BELLAEASO arraigadas, las cuales habría de compartir la To– masha de su ideal, so pena de rompimiento, se en– frascó en una vehemente apología del euskara, en– trelazando de mil diversas maneras los datos lin– güísticos y los ditirambos poéticos. Tomasha no le entendía la mitad de las cosas, pero el asombro de que pudieran decirse tantas inimaginables á propó– sito del baskuenze, mantenía su atención. Fijos los ojos en Luis, involuntariamente iba haciéndose car– go de su figura varonil, simpática y entusiasta. Al interrumpirse á sí propio Luis, con la exclamación: · -"Jesús, cuánto hablo! parezco un sacamuelas!,,, Tomasha estaba persuadida de que el orador era muy guapo. Los dos jóvenes se detuvieron en un recodo de la arboleda; buscaron con la vista á la otra pareja: Leonardo y Guadalupe, parados también, se esta– ban besando. Tomasha se ruborizó extraordinaria– mente; parecía que la sangre le iba á brotar por los poros. Luis se le acercó y tomó la mano; á media voz, cariñosamente, dijo:-"Cuánto se quieren!,,; iba á añadir, "por qué no hemos de querernos así nosotros?,,, pero le cortaron la pregunta el tirón violento de Tomasha, para retirar su mano, y el as– pecto esquivo de su rostro. Ella había interpretado desfavorablemente la tierna actitud de Luis, rela– cionándola con los besos, sin duda consignia de au– dacias y estímulos á abreviar trámites y transicio– nes. Se acordó de Raimundo, de su acometida sú- . bita, de su conquista insolente del cuerpo. Pensó que unos cuantos besos eran ruines testimonios de amor. El gesto huraño complació á Luis.-"Los pi– ratas de Alaitasuna-pensó - se habrían pinchado los dedos si intentaron manosear á la flor campesi– na,,. Y formó el propósito de proceder delicadamen– te en sus relaciones, extremando el respeto para que no cupiese la sospecha de que buscaba un ins-
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