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A. CAMPIÓN presión triste de Tomasha, vestigio sin duda de su misteriosa dolencia. La armonía del rostro era tan absoluta que Luis no se imaginaba siquiera la apari– ción de la risa sin menoscabo ni afeamiento de tan puras líneas. No obstante, con gusto habría prescin– dido de la estétíca. Le asaltaban mil rece los, mil sos– pechas indefinibles, repentinamente disipadas por una de las miradas límpidas, cándidas y lea les de Tomasha. Guadalupe y su novio lban acortando el paso has– ta quedarse atrás, á medida que el camino car retil se estrechaba en senda dentro de las arboledas. To– masha y Luis se encontraron so los. -Hablaremos en bask uenze-anunció Luis, po– niendo por obra el propósito: - no se rá usted como Guadalupe, opuesta á seguir una conversación en nuestra verdadera lengua. -Oh, conmigo la cosa es muy diferente; hablo muy mal el castellano; no me sa len las palabras ..... ¡Ojalá si lo supiese como ella! . Luis, á quien complacieron las. dos pr imeras fra– ses de Tomasha, no preveía el ojalá final. -Por qué quiere usted saberlo? - preguntó, dis– gustado;-qué falta le hace? Tomasha le miró sorprendida. ¡No aprender un idioma de cuya ignorancia fluye cierta especie de inferioridad social! el idioma de los veraneantes, derramadores de oro! Las modernas compañeras lo hablaban, y también la gente de arriba, la de pri – mera clase, que cuando se sirve del baskuenze lo emplea con los inferiores, á modo de condescen– dencia, de amabilidad, dispensadas al que está de– bajo..... Pero estos sentimientos latentes nunca los había traducido en signos mentales, así es que no sabía expresarlos, ni Luis tampoco le habría dad o lugar á ello, porque siendo la superv ivencia del baskuenze una de sus aspiraciones patrióticas más
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