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A. CAMPIÓN 33 paña las guerras civiles y coloniales, la bancarrota, la impiedad, el cancán en las iglesias, el "¡que bai– len!,, de la soldadesca, el socialismo ..... Cavite y Santiago se llaman en mi lengua la expiación; Dios castiga la topetada ..... las granadas yanquis desin– fectan á nuestros barcos de los miasmas que en ellos dejaron los presidiarios cartageneros ..... Serantes, cuya excitación era imponente, no pudo · proseguir . Se le apagó la voz, perdió el equilibrio y cayó lamentablemente al suelo, dando un gran po– .rrazo sobre la tarima . El general Pomés fué de los primeros que acudieron al auxilio, . y del brazo de él salió, tembloroso como el azogue todo el cuerpo y moviéndose con suma dificultad. -Al fin y al cabo es marino - decía Saralegi, explicando el caso:-si n acordarse de que él estaba metido en su rincón, cada cual se despachó á su gusto; ¡claro! el hombre pegó un estallido! -Y respiró por la herida, por la suya-comentó Beloki- que el D. Perico es un reaccionario de marca, nocedalino ú tal, que pidió la absoluta y le duele no fumar la breva de sus compañeros. El doctor Olazába l se burlaba en voz baja del providencialismo de Serantes y le decía á Artola: - El bueno de D. Pedro también expía, porque su ataxia es de origen sifilítico. La opinión dominante, comentadora del episodio, fué que su protagonista no estaba cabal; la dolen– cia, sin duda, le invadía el cerebro y le perturbaba las funciones intelectuales; sus dichos carecían de sentido común: ¡pobre hombre! A Luis le pareció mal esa apreciación, y quiso objetarla comenzando á decir: -Opino que á D. Pedro Serantes no le falta ra– zón; en todo caso, su juicio merece algo más que un certificado de chifladura ..... Numerosas interrupciones le atajaron:-"Otro 3

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