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32 . LA BELLA EASO mi entrañable amigo! Y Villamil, tan inteligente, tan trabajador ..... La voz de Serantes rayó en el sollozo. Algunos socios le rodearon, procurando calmarle; los apartó de sí ásperamente. Causaban pena su agitación, su dificultad de guardar el equilibrio, el tartamudeo de su palabra; infundía respeto el acento convencido v desesperado. Nac!¿ese fijaba entonces en los rasgos grotescos de su facha: barbas incultas, tirilla de la corbata subida hasta el cogote, pechera abombada y suelta por no ajustar la botonadura al ojal, vestir de señorito lugareño, raído y fuera de moda, som– brero de paja color de rastrojo ..... - Me parece que estoy oyendo á una taifa de pe– riodistas, los mayores galopines de España ..... ¡San– tísimo Dios, el acto fué gallardo! sa lir de día, como de fiesta, á afrontar las consecuencias de una des– proporción monstruosa ..... ¡No hay Marina, no hay Marina! hay otras cosas? Sería un milagro haberse substraído al desbarajuste universal ..... Porque los pe riódicos os hicieron creer que nuestra Marina era formidable, os enfadáis contra los marinos; ma– lo será que en Filipinas no se encuentre algún frai– le á quien echarle la culpa. .... El reo digno de la pena de garrote, es el Liberalismo ..... A tan imprevista especie ninguno reprimió su exclamación de so rpresa:-"Desbarra! se chifla!.,– dijeron varios socios riéndose. Serantes, aguijonea– do por el runrún de la sala, prosiguió , á gr itos estentóreos : - Yo creo en la Providencia, señores! Vosotros explicáis los sucesos por ruines causas segundas; yo, por la causa primera. La Marina cometió un crimen que casi todos vosotros aplaudisteis. Puso los barcos al servicio de los generales septembrinos, traidores, deslea les, malos caballeros, ingratos ..... dió el triunfo á la revo lución que desató sobre Es-
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