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A. éAMP!ÓN 21 chicos de las prendas de Luis no abundan, y me– nos al alcance de las chicas del pueblo. Había un indicio vehemente: la confesión de Tomasha, á duras penas obtenida, de que miró á la calle.- "Pa– siensia-añadió Guadalupe;-dentro de poco la be– lla será para usted lo que yo para mi Leonardo.,, Luis recompensó la noticia con un cartucho de dulces. Otro día se saludaron, según costumbre, á la ho– ra de la comida de Guadalupe. Ella traía la cara muy risueña: -Qu ién quiere berri-goskoak, quién? Cuántos dulses me regalará usted? -Los que quiera, y doble si me habla en bas– kuenze, como se lo he rogado tantas veces. -Para reírse, eh? Yo hablo mal, y ustede~ los biskaitarras son tan maestros que no les entende– mos. Con la bella hablará ..... ¡esa sí que es maes– tra! la lengua pura ,de los caseríos tiene! Luis se sonrió é hizo apremiantes signos interro– gativos: -No se impasiente, hombre, ya voy á desir ..... El domingo saldrá de paseo la bella conmigo y con tni novio; paseo de enamorados, por los rincones de esos campos ..... - Y yo con Leonardo! -exclamó Luis. . Guadalupe, riéndose, hizo ademán de marcharse. -Si ga usted adelante despacito, Guadalupechu; voy á entrar en la "Confiserieparisienne.,. En los ojos de Guadalupe brilló el contento. Era muy golosa; no sabía ni quería ocultarlo. -Puesto que es usted tan fin0, compre de paso una libra de castañas en dulse. No son para mí; se las llevaré, de parte de usted, á la bella; las encuen– tra delisiosas ..... castañas, cosa de caserío, por eso sin duda ..... á mí, ni pisca. Gusirako se hiso muy simpático regalándole. Luis entró en la tienda, celebrando la herejía de

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