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26 LA BELLAEASO moviéndose......El recuerdo de las caricias de Rai– mundo era una de esas víboras que no acaban de morirse? Un amor verdadero, un amor del alma le expulsaría definitivamente de la memoria; el hombre leal extirparía al pérfido..... Ay! no había perdido ella, acaso, el derecho á ser amada por los hombres leales? Era ella ahora quien iba á enga– ñar? El concepto de la falta irremediable, descoro– nadora de la mujer, la atormentó en sueño y vigi– lia durante la noche. Al levantarse tuvo la reminiscencia vaga y con– fusa de un joven que días anteriores anduvo por las cercanías del taller..... Sin duda era el descono– cido.Junto al balcón, apoyada la frente sobre el cristal, procuró sin éxito dar cuerpo á la reminis– cencia. A la primera campanada de las once miró á la calle, á través de las cortinillas; poco después pasó Luis Alzaga, levantando la cabeza hacia los balcones: la reverberación del sol en los lentes ocul– taba su mirada. La impaciencia de Luis por saber noticias le mo– vió á prescindir de Leonardo, trasmisor ordinario de ellas. Detuvo á Guadalupe en la calle, pidiendo perdones. No había de qué; á ella le fué muy sim– pático Luis desde que vislumbró su disposición á casarse. Algo esperaba, en beneficio propio, del ejemplo; por tanto le convenía que él y Tomasha se entendiesen. Las noticias iban siendo más halagüeñas; los ac– cesos de tristeza, el decaimiento de la bella-no usaba de otro nombre Guadalupe,-cedían poco á poco. El éxito final tampoco ofrecía dudas; los

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